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Las comadrejas y armiños: el complemento 'must' de los monarcas europeos

¿Qué es pequeño, peludo e imprescindible para cualquier rey, emperador o zar que se precie? Las comadrejas o las Mustelas, bueno, más bien los armiños (Mustela erminea).

Estas pequeñas y astutas criaturas son cada vez más escasas y, durante siglos, han representado la dignidad, el poder y la pompa reales como el armiño, una piel blanca y moteada de negro muy apreciada por monarcas y aristócratas.

Pero, ¿cómo (y por qué) se convirtió el pelaje del armiño en una prenda imprescindible para la realeza?

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¿Qué es el armiño?

La M. erminea, que habita en Norteamérica y Eurasia, también recibe el nombre de armiño o comadreja de cola corta, dependiendo de su ubicación. Puede que sean monas, pero las comadrejas en general no son precisamente conocidas por su corrección. Estos listos animales son ladrones astutos con una dieta carnívora, un sentido protector del territorio y la capacidad de ahuyentar a posibles depredadores con olores penetrantes y chillidos.

Pero su elusividad y sus adaptaciones naturales al frío no han hecho sino aumentar su caché. En las regiones frías, los armiños cambian su pelaje marrón apagado por uno blanco y sedoso durante el invierno. Ese pelaje nevado (con una llamativa cola de puntas negras) atrajo durante mucho tiempo a los europeos de alto rango, que incluso lo incorporaron a los escudos de armas de sus familias. Aunque no está claro desde cuándo los miembros de la realeza europea llevan armiño, se cree que la práctica se remonta a antes de la Edad Media, época en la que ya eran, lo que los adelantados de la moda actuales llamaría, un must real.

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Una reputación poco común

Según Jacqueline Musacchio, historiadora del arte de la Universidad de Wellesley (en Massachusetts, EE. UU.) especializada en arte italiano del Renacimiento y el Barroco, la limitada disponibilidad de estas pieles también influyó en su reputación de rareza y realeza.

“Al principio, el armiño requería la caza y captura en zonas lejanas de Europa y Asia, por lo que sus pieles eran caras”, explica Musacchio; “además, son animales bastante pequeños, por lo que se necesitaban bastantes para ribetear una capa o forrar una chaqueta”.

Las pieles de estos animales también ocuparon un lugar destacado en las obras de arte del Renacimiento, incluso después de que su suministro disminuyera en el siglo XVI debido a la toma de Constantinopla por el Imperio Otomano, un centro comercial fundamental para las pieles de comadrejas blancas de invierno procedentes de Siberia. Las investigaciones de Musacchio han revelado el motivo: para los espectadores del Renacimiento, la comadreja era probablemente un símbolo protector que indicaba embarazo y parto.

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La magia de las comadrejas

Por ejemplo, el famoso retrato de Leonardo da Vinci Dama con armiño, que representa a la noble italiana Cecilia Gallerani sosteniendo una comadreja de pelaje blanco. “Con sus poderosas mandíbulas, garras no retráctiles y penetrantes glándulas anales, las comadrejas no habrían sido mascotas adecuadas para las damas de la corte”, escribe Musacchio. En su lugar, cree que la presencia de este insólito animal representaba el embarazo de Gallerani. La presencia de pieles de animales en diversos retratos de mujeres, señala Musacchio, se debe probablemente al mito imperante en la época de que las Mustelas conciben por el oído y dan a luz por la boca, o viceversa.

Las mujeres del Renacimiento habrían vinculado el misterio de la reproducción de las comadrejas a sus propios deseos de sobrevivir al embarazo y al parto (aventuras arriesgadas en aquella época) con un poco de intervención divina. Por ello, las mujeres de alto rango del Renacimiento solían recibir cabezas de comadreja de metal que llevaban colgadas de la cintura, junto con costosas pieles de armiño.

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Una prenda monárquica imprescindible

Con el tiempo, las comadrejas y su asociación con la fertilidad pasaron de moda, pero el armiño siguió estando en boga en los círculos reales, y las túnicas y vestidos adornados o forrados con esta piel se convirtieron en prendas ceremoniales imprescindibles para los monarcas de Francia, Inglaterra, Suecia, Rusia y otras potencias europeas. Según la historiadora del arte Paola Rapelli, el acento dramático y peludo de las largas túnicas de terciopelo preferidas por estos soberanos habría impresionado profundamente a sus súbditos, que habrían asumido que las túnicas conferían “dignidad, honor y autoridad” a su portador.

“Es revelador que muchas de las vestimentas ceremoniales de Estado que lleva la realeza sigan forradas o adornadas con armiño, o con lo que parece armiño”, afirma Musacchio.

Puede que ya no creamos que el armiño ofrece algún tipo de protección divina a su portador, pero sigue siendo una parte integral de la indumentaria real, tan importante que incluso el gran defensor del medio ambiente Carlos III lo utilizó durante su ceremonia de coronación en 2023. En un guiño a la tradición, vistió prendas reales creadas y conservadas por Ede and Ravenscroft, el sastre más antiguo de Londres y el fabricante oficial de trajes de la Casa de Windsor. Celebrada como una medida “ecológica”, la decisión de llevar dos túnicas de armiño hechas para su abuelo, Jorge VI, durante las festividades de la coronación demuestra que ni siquiera un soberano está por encima de la moda o de un guiño a las antiguas costumbres de las criaturas.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

Source: National Geographic

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