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Bella pero letal: esta flor flotante está causando estragos en Nigeria

Cada noviembre, cuando por fin dejan de caer las lluvias en Nigeria, los jacintos de agua empiezan a asentarse en los cursos de agua del país africano. Estas plantas flotantes, con sus brillantes hojas del tamaño de un puño y sus fascinantes flores de color lavanda, forman espesas alfombras que acaban cubriendo ríos, lagos y lagunas en su totalidad.

“Es muy bonito de ver, tan verde”, dice Achenyo Idachaba-Obaro, que presenció el fenómeno por primera vez cuando se mudó a Nigeria en 2009. Sin embargo, su belleza oculta una naturaleza más siniestra: “Miras la planta y piensas que podría ser ornamental, pero no lo es: es una mala hierba”.

Originarios de la cuenca del Amazonas en Sudamérica, los jacintos de agua (Eichhornia crassipes) se encuentran ahora en todos los rincones del planeta, desde Lagos, la excapital nigeriana, a Laos, desde la costa este de Estados Unidos hasta las islas mediterráneas como Córcega. A menudo se culpa de su rápida propagación a la Exposición del Algodón de 1884 en Nueva Orleans (Luisiana), donde los delegados recibieron esta planta acuática como recuerdo.

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En sus países de adopción, los jacintos se consideran una amenaza: forman esteras impenetrables que obstruyen los cursos de agua, perturban el transporte y los medios de subsistencia locales, reducen la calidad del agua, crían vectores portadores de enfermedades y acaban con la vida acuática autóctona, entre otros efectos nocivos.

Por todo ello, los jacintos de agua tienen una reputación innoble. “Es la peor planta invasora flotante del mundo por su capacidad reproductiva”, afirma Julie Coetzee, botánica de la Universidad Rhodes de Sudáfrica, que lleva dos décadas estudiando estas plantas y cómo controlarlas.

Hay varias formas de controlar esta plaga: eliminarlos manualmente o con máquinas, aplicar herbicidas y liberar insectos para que devoren la planta. Pero los esfuerzos por domar los jacintos de agua en Nigeria, donde más de un millón de hectáreas de cursos de agua de 20 de sus 36 estados están infestadas, lo que afecta a los medios de subsistencia de más de 40 millones de personas, han fracasado hasta ahora “a pesar de la enorme cantidad de dinero que se ha gastado en controlar esta mala hierba”, afirma Opeyemi Ayanda, bióloga medioambiental de la Universidad Covenant, en el suroeste del país.

Por eso, emprendedores sociales como Idachaba-Obaro (cuya empresa MitiMeth fabrica artesanía) intentan ahora algo distinto: recolectar las plantas para convertirlas en productos útiles.

“Estos esfuerzos son exactamente el camino a seguir para combatir la amenaza de los jacintos de agua”, afirma Ayanda; “tenemos que empezar a ver la planta por su valor potencial y aprovecharlo”.

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Un asesino rápido y silencioso

Los jacintos de agua poseen una combinación ganadora de rasgos que los han hecho triunfar. Se reproducen rápidamente sin polinización en condiciones cálidas y secas. “Una planta madre puede producir cientos de plantas hijas, que pueden duplicar su biomasa cada 7 o 14 días”, explica Coetzee. Cada flor también puede producir miles de semillas, que pueden permanecer latentes hasta 25 años.

Dado que las vías fluviales son un salvavidas para quienes viven en Lagos, el segundo estado más poblado de Nigeria, la infestación de jacintos de agua durante la estación seca anual suele causar estragos. La terminal de transbordadores de Ikorodu, uno de sus mayores embarcaderos, estuvo cerrada durante más de dos meses el pasado noviembre porque los barcos no podían navegar entre la maleza.

Los jacintos de agua también dificultan el flujo de agua, y el estancamiento resultante puede dar lugar a aguas insalubres y albergar mosquitos dañinos y otros vectores portadores de enfermedades.

En un pequeño estudio realizado con investigadores de la Universidad Leiden (Países Bajos) el verano pasado, ella y su equipo descubrieron que el mosquito Culex pipiens, especie conocida por transmitir los virus del Nilo Occidental y el Usutu, prefería poner sus huevos en los jacintos de agua frente a otras plantas acuáticas invasoras o en aguas abiertas.

Aparte de las personas, la vida acuática también sufre con la invasión del jacinto de agua. Cuando las plantas se extienden por la superficie del agua, bloquean la luz solar. “Si no hay luz, no hay fotosíntesis, lo que significa que no se produce oxígeno en la columna de agua”, explica Coetzee; “sin oxígeno no hay peces, ni pequeños insectos acuáticos, ni cangrejos, ni moluscos”.

Además, las malas hierbas en descomposición pueden liberar a la atmósfera gases nocivos de efecto invernadero. “Cuando la gente empieza a limpiar los jacintos de agua y los almacena en montones, se calientan mucho, lo que los hace muy propicios para generar metano”, explica Idachaba-Obaro, cuya empresa MitiMeth significa “mitigar el metano”.

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De residuo a recurso

Para su trabajo, Idachaba-Obaro suele contratar a pescadores que recogen jacintos de agua (hasta 32 toneladas cada 18 meses) de los cursos de agua de todo el país. A continuación, las plantas se entregan a lo que ella llama “comunidades de fabricantes”: mujeres de la zona que separan las raíces de los tallos y los secan al aire libre, antes de tejerlos en cuerdas de distintos anchos utilizando técnicas tradicionales.

En la sede de MitiMeth en Ibadan, al suroeste de Nigeria, una docena de artesanos hacen su magia y entrelazan las cuerdas de jacinto de agua con tejidos, algodón y otros materiales para crear desde pequeños posavasos y manteles individuales hasta mesillas de noche y alfombras.

Otro empresario nigeriano, Peter Bassey, de la empresa homónima P.I.B Global Services, adopta un enfoque similar para recoger y secar jacintos de agua, pero da un paso más: enciende un horno para convertir las plantas disecadas en biocarbón rico en carbono. Combinado con estiércol, se obtiene un fertilizante que potencia el crecimiento de los cultivos y “aumenta la capacidad de retención de agua y nutrientes del suelo”, explica Bassey, que puso en marcha su empresa en 2020 y ahora emplea a 35 personas en tres grandes ciudades.

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Su producto es especialmente útil para los pequeños agricultores, que a menudo tienen dificultades para adquirir fertilizantes químicos.

Más recientemente, Bassey ha explorado otros usos para su biocarbón a base de jacinto de agua. Ha descubierto que el material es un buen conservante. “Si entierras tus tomates frescos,  mangos, etc. en biocarbón, se conservan entre dos y cinco días más”.

Bassey también se enfrenta a uno de los problemas más antiguos de Nigeria: la defecación al aire libre, que aún practica el 23% de la población. Su equipo distribuye cubos de biocarbón en los asentamientos precarios, que luego convierten en abono.

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Otras soluciones innovadoras son el uso de jacintos de agua como alimento animal, para la producción de biocombustible y para tratar el agua contaminada.

Sin embargo, Coetzee advierte que es más importante atajar la raíz del problema que tratar sus síntomas. Las malas hierbas florecen porque los sistemas hídricos están contaminados con un exceso de nutrientes procedentes de las escorrentías agrícolas y urbanas. “Lo principal para reducir los jacintos de agua es limpiar lo que hay en el agua y lo que entra en ella. Tenemos que dejar de contaminar las masas de agua“.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

Source: National Geographic

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