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Cómo el pintalabios rojo ha sido considerado símbolo de brujería, estatus o empoderamiento a lo largo de la historia

Con nombres tan evocadores en la lengua inglesa como “Dragon Girl” [mujer dragón] y “Cherries in the Snow” [cerezas en la nieve], y usado por personajes de la talla de Cleopatra y Taylor Swift, el pintalabios rojo ha perdurado como emblema atemporal de belleza y poder. El reciente descubrimiento de restos de pigmentos (una mezcla de cera vegetal y minerales en polvo) que recuerdan a las recetas modernas de pintalabios en un vial iraní de 4000 años de antigüedad no hace sino reforzar su legado.

Hoy en día, el pintalabios rojo sigue siendo una declaración de confianza y glamour, pero su significado es fluido y diverso. Para algunos, representa la feminidad clásica y la sofisticación; para otros, es una audaz afirmación de individualidad y desafío. Su atractivo no reside sólo en su tono, sino en las múltiples interpretaciones y emociones que evoca.

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Los antiguos orígenes del pintalabios rojo

La coloración roja de los labios se remonta al año 3500 a.C., cuando la reina Puabi (Shubad) de la antigua Mesopotamia se teñía los labios con una mezcla de plomo blanco y piedras rojas trituradas para simbolizar su estatus de poder. La moda se extendió: las excavaciones arqueológicas revelaron que muchos sumerios ricos fueron enterrados con colorantes labiales guardados en conchas de berberecho. Los aristócratas del antiguo Egipto preferían el ocre rojo mezclado con resina para teñir sus labios de rojo intenso. La reina Cleopatra prefería el carmín, un pigmento rojo intenso extraído de la cochinilla.

En la antigua Grecia, los labios rojos se asociaban a las trabajadoras del sexo, que se arriesgaban a ser castigadas por “hacerse pasar indebidamente por damas” si aparecían en público sin su pintura labial designada, elaborada con ingredientes tan diversos como moras, algas, sudor de oveja y excrementos de cocodrilo, según Sarah E. Schaffer, autora de Reading our Lips: The History of Lipstick Regulation in Western Seats of Power [Leyendo nuestros labios: La historia de la regulación del pintalabios en los lugares de poder occidentales].

En el Imperio romano, la coloración de los labios volvía a ser habitual, y los tonos vivos indicaban un estatus superior. Sin embargo, como escribe Schaffer, los ingredientes caros, como el bermellón cargado de mercurio, eran “un veneno potencialmente mortal; a los pobres que tenían que recurrir al sedimento de vino tinto para colorearse los labios probablemente les iba mejor al final”.

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De la realeza a la brujería

Schaffer escribe que durante la Edad Media, “cuando las Cruzadas reintrodujeron en Europa Occidental el amplio uso de los cosméticos en Oriente Medio, el pintalabios adquirió un encanto ligeramente perverso”. Los cristianos consideraban que el maquillaje se oponía a las enseñanzas religiosas que enfatizaban la humildad y la belleza natural como parte del diseño de Dios.

En Inglaterra, se creía que el pintalabios rojo tenía el poder de repeler a los espíritus malévolos. La reina Isabel I, ferviente creyente, adornaba sus labios con un tono carmesí hecho a medida con cochinilla, goma arábiga, clara de huevo y leche de higo. Su regia aprobación provocó una moda y el pintalabios rojo se hizo muy popular durante su reinado (1558-1603).

Sin embargo, con el reinado de su sucesor, Jaime I (1603-1625), los temores sociales en torno a la brujería ensombrecieron las prácticas cosméticas. En 1770, se promulgó una ley que establecía que cualquier mujer que se considerase que utilizaba el maquillaje como medio de engañar a los hombres para casarse podría ser juzgada como bruja. 

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El color de la rebelión

El pintalabios rojo adquirió un nuevo significado durante el movimiento sufragista de los años 1920, simbolizando la lucha por los derechos de la mujer. La empresaria Elizabeth Arden inspiró a mujeres como Elizabeth Cady Stanton, Charlotte Perkins Gilman y Emmeline Pankhurst a llevar pintalabios rojo como símbolo de valentía cuando distribuyó tubos de pintalabios entre las sufragistas en 1912.

En las décadas siguientes, el pintalabios rojo se hizo cada vez más popular. Vogue declaró en 1933 que “si tuviéramos que perpetuar para la posteridad los gestos del siglo XX, pintarse los labios encabezaría la lista”.

En la Segunda Guerra Mundial, el pintalabios rojo pasó de ser un símbolo de rebeldía a uno de feminidad patriótica y resistencia, y se popularizaron tonos como “Rojo de combate” y “Rojo victoria”. Schaffer escribe que el pintalabios rojo era “una parte vital del esfuerzo de guerra”. Arden produjo un tono a juego con los brillantes ribetes carmesí de los uniformes femeninos de los marines, y los vestuarios de las fábricas estaban repletos de pintalabios para levantar la moral de los trabajadores. Hitler, al parecer, lo odiaba.

Después de la II Guerra Mundial, los labios rojos siguieron siendo un clásico, ya que iconos de Hollywood como Audrey Hepburn y Marilyn Monroe los convirtieron en un básico de la moda. Su legado se aprecia en celebridades actuales como Taylor Swift, que a menudo luce labios escarlata.

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Pero su atractivo atemporal sigue cautivando y empoderando a las personas, reafirmando su estatus como emblema de rebeldía y fuerza. En 2018, la campaña #SoyPicoRojo en Nicaragua contó con hombres y mujeres que llevaban pintalabios rojo para protestar contra la dictadura de la nación. En 2019, miles de mujeres en Chile se pintaron los labios de rojo para denunciar la violencia sexual, demostrando que los atrevidos labios rojos nunca han pasado de moda. 

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

Source: National Geographic

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