¿Cómo de habitual o raro es tener un monólogo interior?

Mientras escribía esto, me sorprendí a mí misma hablando… conmigo misma. Entre cada pulsación del teclado, me di cuenta de que estaba manteniendo una conversación interna sobre un encuentro que había tenido la noche anterior. ¿Por qué, de la nada, interrumpiría el trabajo que estaba haciendo para charlar conmigo misma sobre algo que parecía tan intrascendente?

Si se le hace esa pregunta a los expertos en autoconversación (coloquialmente, “hablar con nosotros mismos” o, más formalmente, el “monólogo interior”), una respuesta clínica podría ser que no estaba evitando la tarea que tenía entre manos. Por el contrario, y lo que es mucho más intrigante, posiblemente estaba experimentando un encuentro cercano con mi verdadero “yo” a través de un diálogo interno profundamente personal.

Russell Hurlburt, psicólogo de la Universidad de Nevada (Estados Unidos), diría que las palabras que utilicé en mi conversación interior podrían haber representado una “experiencia interior prístina” que me llevaría, en ese instante, a las “luces de [mi propia] conciencia”. Estaba preparando el escenario para el autodescubrimiento, si hubiera sido una cita profesional.

“Creo que la gente es muy interesante. Y creo que la gente se encuentra a sí misma muy interesante”, dice Hurlburt, que se describe a sí mismo como “un investigador de la experiencia interior”.

“‘¿Un céntimo por tus pensamientos?’ es probablemente la pregunta más interesante del mundo”, afirma.

Para los conductistas, las conversaciones interiores pueden revelar emociones reprimidas, buenas o autodespreciativas, que se agitaron por una llamada telefónica o se desencadenaron por un acontecimiento o encuentro. Como la autoadmonición: “¡Oh, he sonado tan estúpido!”. O la autoafirmación: “Siempre me siento valorado cuando ella y yo trabajamos juntos”.

No es de extrañar que la autoconversación genere conversaciones “en voz alta” en las redes sociales, donde la gente ha mantenido sus propias conversaciones sobre los monólogos interiores, preguntándose qué son exactamente y si todo el mundo los tiene.

Hemos preguntado a los expertos sobre este curioso fenómeno natural y por qué se puede o no participar en esta conversación tan íntima. Aunque nuestros expertos discrepan sobre la frecuencia de las conversaciones consigo mismo, están totalmente de acuerdo en que el diálogo interior es una valiosa herramienta para el autodescubrimiento.

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¿Quién habla consigo mismo?

Hablar con uno mismo no es nada nuevo. Hamlet lo hizo siete veces, en soliloquios, en una obra escrita hace cuatro siglos. Hablar con uno mismo es digno de chiste, pero tabú social si nos pillan hablando en voz alta.

No fue hasta la década de 1970 cuando los psicólogos empezaron a considerar seriamente la autoconversación como un campo de estudio, inspirados por el trabajo del psiquiatra Aaron Beck, padre de la terapia cognitivo conductual (TCC).

Décadas más tarde, en 2009, el psicólogo Thomas Brinthaupt publicó una de las pocas herramientas analíticas que se utilizan hoy en día para medir la autoconversación en pacientes. Se trata de la Escala de Autoconversación (Self-Talk Scale o STS en inglés), un cuestionario de 22 preguntas cuyo objetivo es identificar la frecuencia de la autoconversación y reflejar cuatro categorías de charla interior: evaluación social, autocrítica, autorrefuerzo y autocontrol.

El STS ha sido utilizado por “decenas de miles” de personas en estudios realizados en todo el mundo, afirma Brinthaupt, que ahora se autodenomina “psicólogo de la personalidad” en la Universidad Estatal de Tennessee Medio (EE. UU.)y trabaja con investigadores de la TCC en la búsqueda del significado más profundo de la salud mental de una persona que revela su voz interior. Su cuestionario ofrece un medio para obtener datos y avalar la credibilidad de la investigación sobre un tema tan efímero como el pensamiento.

Ha descubierto que, en general, los niños hablan solos como parte del proceso de aprendizaje. Los introvertidos son más propensos a hablar consigo mismos. Los “hijos únicos” (los que no tienen hermanos) hablan consigo mismos más a menudo y hasta la edad adulta. Los niños con amigos “invisibles” también son más propensos a hablar consigo mismos.

Y las personas que de repente se sienten solas son más propensas a hablar de sí mismas. Aunque todavía no se ha estudiado, Brinthaupt supone que las personas empezaron a hablar más consigo mismas (y más a menudo en voz alta) durante el aislamiento de la pandemia COVID-19.

Las personas con trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) hablan consigo mismas de formas que reflejan la enfermedad, una y otra vez, repetidamente. Según Brinthaupt, las personas sordas o con dificultades auditivas que utilizan el lenguaje de signos americano utilizan las manos para hablar consigo mismas.

También se ha determinado, aunque todavía no se ha estudiado más a fondo, que las personas que sufren daños cerebrales o un derrame cerebral y tienen dificultades para hablar “afirman haber perdido el sentido del habla propia”.

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Entonces, ¿realmente todo el mundo tiene un monólogo interior?

Pero los expertos están divididos sobre si la experiencia se limita a las personas de estas categorías, o es universal.

Brinthaupt sostiene que la autoconversación es una actividad omnipresente y al alcance de todos. “Hablamos con nosotros mismos en respuesta a acontecimientos y estímulos específicos del entorno social o imaginarios”, afirma, y añade que algunas personas “no saben que tienen esa capacidad”.

Hurlburt opina lo contrario. En 2020, el bloguero Ryan Langdon escribió un artículo en respuesta a un tuit de Hurlburt sobre su investigación. Langdon lo tituló “Hoy he aprendido que no todo el mundo tiene un monólogo interno y me ha arruinado el día“. Generó más de un millón de respuestas en un mes, dice Hurlburt, que más tarde conoció y entrevistó a Langdon.

“La gente cree que habla consigo misma”, dice Hurlburt, y “algunas personas a veces hablan consigo mismas. Pero de todas las muestras que he recogido a lo largo de 50 años de muestreo, quizá algo así como una cuarta parte de ellas implican palabras o hablar.”

En lugar de palabras, algunas personas se “ven” a sí mismas. Una de las pacientes más memorables de Hurlburt, a la que llama Fran, no hablaba de sí misma. Utilizaba imágenes internas para visualizar lo que resultó ser un diálogo emocionalmente devastador, capturado en el tiempo. Ya recuperada, estaba reproduciendo una imagen en movimiento de su propio suicidio, paso a paso.

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Ventajas y desventajas de la autoconversación

Las categorías de Brinthaupt reflejan las principales preocupaciones internas. Por ejemplo, la autoconversación de “evaluación social” (“No debería haber interrumpido como lo hice”) puede parecer autocrítica, pero también puede ayudar a mejorar las interacciones sociales. Los oradores suelen hablar en público para “reforzarse a sí mismos” y “autogestionarse” antes de tomar el micrófono.

El monólogo interior también puede ser una herramienta: los psicólogos que practican la popular TCC utilizan la autoconversación como tratamiento para revertir el pensamiento negativo que surge de trastornos como la depresión. Para los practicantes de la TCC, la depresión se refuerza con la autoconversación, que es crítica y negativa, pero puede debilitarse cuando nos damos mensajes positivos y de apoyo.

A Hurlburt no le interesa tanto la autoconversación como herramienta conductual, sino como vínculo directo con el yo interior, un viaje de descubrimiento en el que lleva inmerso desde 1971. Utilizando un método de muestreo y un localizador portátil que él mismo diseñó y patentó, Hurlburt pide a sus clientes que anoten lo que están pensando en el momento en que suena el localizador, con la esperanza de captar un pensamiento puro.

Para Hurlburt, las encuestas y cuestionarios estándar son subjetivos y contaminan lo que debería ser una respuesta personal sin adulterar.

“Si de verdad quieres saber lo que pasa dentro de ti”, dice; “tienes que tener un método que permita acceder a tu experiencia interior sin perturbarla”.

Pero si crees que no tienes un monólogo interior, dice Hurlbert, no hay razón para preocuparse. “No forman parte del ser humano”, afirma; “algunas personas no procesan la vida en palabras y frases”.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

Source: National Geographic

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