Nelson Mandela cambió la historia de Sudáfrica

Más allá de que pudiera sonar a lugar común, la historia de Sudáfrica, inevitablemente, ha de dividirse en un antes y después de ese 29 de abril de 1994, cuando Nelson Rolihlahla Mandela fue electo como el primer presidente negro de esa nación entonces de 40.500.000 habitantes, de los cuales poco más de 12 millones votaron por él, lo cual representó el 62,65%.

Había pasado 27 años encarcelado desde que en 1964, acusado por sabotaje junto a otros siete compañeros fue condenado a cadena perpetua, hasta su liberación el domingo 11 de febrero de 1990, gracias a la presión internacional y a los temores de que se desatara una guerra civil, participando en las negociaciones con el entonces presidente Frederick de Klerk para abolir el Apartheid y convocar a elecciones generales en las cuales fue triunfador.

El 10 de mayo tomó posesión de la Presidencia, pronunciando un histórico discurso en el cual resaltó que “mediante nuestra presencia aquí y mediante celebraciones en otras partes de nuestro país y del mundo, conferimos esplendor y esperanza a la libertad recién nacida.

De la experiencia de una desmesurada catástrofe humana que ha durado demasiado tiempo debe nacer una sociedad de la que toda la Humanidad se sienta orgullosa”.

Resaltó entonces la necesidad de “actuar como un pueblo unido para la reconciliación nacional (…) Que haya justicia para todos. Que haya paz para todos. Que haya trabajo, pan, agua y sal para todos. Que nunca, nunca, nunca más esta bella tierra experimente de nuevo la opresión de unos por otros ni sufra la indignidad de ser el apestado del mundo”.

Mandela, de 75 años para ese momento (falleció a los 95 el 13 de diciembre de 2013), enfatizó que había “llegado el momento para curar las heridas. El momento de salvar los abismos que nos dividen. Nos ha llegado el momento de construir”.

“Que reine la libertad. ¡El sol jamás se pondrá sobre un logro humano tan esplendoroso!”, finalizó aquella pieza oratoria.

Tránsitos

Nacido el 18 de julio de 1818, en 1944 fundó la liga juvenil del Congreso Nacional Africano (ANC) con el cual protagonizó huelgas contra la discriminación racial.

En 1952 fue uno de los líderes de la Campaña del Desafío a las Leyes Injustas, mostrando un gran carisma en sus intervenciones públicas.

“Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible, no debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino”, sentenció en esos tiempos.

Fue encarcelado en numerosas ocasiones en medio de un intenso activismo que lo llevó a crear también el Congreso Panafricano, el cual junto al ANC organizó protestas contra los salvoconductos que los negros estaban obligados a portar y devinieron en una represión violenta contra manifestantes el 21 de marzo de 1960, cuando 69 personas desarmadas fueron asesinadas.

Fue emitida una orden de arresto en su contra, pero él se las ingenió para evadirla. En 1961 sus compañeros le pidieron liderar la lucha armada y crearon el brazo armado del ANC, denominado “La Lanza de la Nación”, que con 11 mil miembros llegó a generar hasta 57 explosiones. El 5 de agosto de 1962 fue detenido y el fiscal pidió para él la pena de muerte. “He peleado contra la dominación blanca y contra la dominación negra (…) Es un ideal por el que deseo vivir, pero si fuera necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”, soltó en un discurso el 20 de abril de 1964, antes de ser sentenciado a cadena perpetua.

30 años después llegó a la Presidencia de Sudáfrica.

Vladimir Putin y Cyril Ramaphosa

De la creación de los Brics a la denuncia contra Israel

No podía imaginarlo, por supuesto, pero con su elección como presidente hace 3 décadas, Nelson Mandela puso a Sudáfrica en el mapa mundial de una manera distinta a la cual hasta entonces se le identificaba, el ominoso Apartheid, con pasos que de alguna manera trascienden hasta estos días, cuando su país ha adquirido resonancia por otros motivos.

De la mano de su entonces primer mandatario Jacob Zuma, integrante como Madiba del Congreso Nacional Africano (ANC), ese país pasó a formar parte desde 2010 de los Brics, grupo que nació con el objetivo de la integración en el campo económico de sus integrantes (Brasil, Rusia, India, China y la propia Sudáfrica) y en agosto pasado recibió en Johannesburgo su XV Cumbre.

Pero además, siguiendo los pasos de Mandela, quien en 1997 dijo: “Sabemos muy bien que nuestra libertad está incompleta sin la de los palestinos”, Sudáfrica, ahora presidida por Cyril Ramaphosa, otro integrante del ANC, el 29 de diciembre pasado, introdujo una denuncia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por el genocidio que está cometiendo Israel en la Franja de Gaza y que ya a estas alturas ha dejado más de 34.200 víctimas mortales desde el 7 de octubre.

En enero, la CIJ ordenó al régimen de Benjamín Netanyahu “prevenir” esas acciones lo cual, pese a no haber tenido una aplicación práctica, sin embargo es otra expresión de esa lucha mandeliana.

El abuelo Madiba

“Chávez tenía la misma espiritualidad de Mandela”

En 1983, cuando todavía se encontraba pagando su condena a perpetuidad, pero convertido en un símbolo de las luchas contra el racismo en el mundo, le fue otorgado a Nelson Mandela por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el Premio Internacional Simón Bolívar, refrendando lo que el líder sudafricano representaba.

El 13 de diciembre pasado, a 10 años de su partida física, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, aseguró que el comandante Hugo Chávez, de cuyo cambio de paisaje también se había cumplido una década el 5 de marzo anterior, “tenía la misma moral y espiritualidad de Mandela”.

Añadió que “Chávez vivió su momento histórico con la misma intensidad y la misma fuerza volcánica transformadora de Mandela” y al igual que éste, el comandante “nos enseñó a buscar la justicia, la igualdad, saber perdonar a quienes nos hacen daño. Es lo que hacemos, perdonar sin olvidar”.

El mandatario venezolano recordó que por su lucha contra el Apartheid, tanto Mandela como sus partidarios eran tratados como terroristas por los imperios de siempre, “solo porque éste luchaba por la libertad de su pueblo”, lo cual lo llevó a la cárcel durante 27 años, hasta su liberación en 1990.

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